Subida del salario mínimo interprofesional

Como es bien conocido, el gobierno, los sindicatos y la patronal llegaron recientemente al acuerdo de subir el salario mínimo interprofesional (SMI) un 5,5%, pasando de 900 euros mensuales (en 14 pagas), a 950 euros mensuales, también en 14 pagas.

El SMI es la retribución mínima que tiene derecho a percibir un trabajador en España, en contraprestación al desarrollo de su actividad, con independencia del sector de actividad, convenio colectivo, tipo de contrato, etc… Si fija todos los años por Real Decreto, y está vigente durante todo el año natural (de 1 de enero a 31 de diciembre). Los parámetros que se barajan para su fijación son el IPC, la productividad media nacional, la participación del trabajo en la renta nacional y la coyuntura económica general. Algunas características esenciales del SMI:

  • Es inembargable. Está estipulado como lo mínimo a cobrar para satisfacer las necesidades vitales de una persona.
  • Debe ser pagado en dinero. No se puede pagar en especie.
  • Siempre se puede acordar un salario superior al SMI, ya sea por convenio o mediante pacto individual con la empresa.
  • Puede ser revisado semestralmente, en función de la evolución del IPC.
  • Su cuantía se percibe en bruto, lo que implica que, a partir de esa cifra, se descontarán las cantidades pertinentes por Seguridad Social e IRPF.

En apenas dos años el salario mínimo interprofesional (SMI) de España ha subido un 34%, un incremento diseñado para mejorar los ingresos de los trabajadores más precarios, pero que tendrá otros efectos sobre la economía española.

Si analizamos la evolución de esta magnitud en euros constantes (no afectados por la inflación), podemos comprobar como el SMI del año 1976 suponía 684,1 euros, posicionándose actualmente en los 950 euros por todos conocidos, lo que nos deja una evolución real, en unidades monetarias constantes, de casi el 40%.

La literatura económica ha estudiado ampliamente el efecto de las subidas del salario mínimo y en ocasiones hay grandes dudas, como su impacto sobre la cantidad total de empleo. Sin embargo,
hay otras variables en las que existe un gran consenso. Una es la productividad: aunque pueda resultar paradójico, las subidas del SMI, siempre que sean razonables, contribuyen a elevar la
productividad, tanto a nivel micro como macro-económico.

La teoría económica ha analizado la vinculación entre los salarios y el empleo en su teoría sobre los «salarios de eficiencia», demostrando que los salarios elevados contribuyen a motivar a los trabajadores e incentivan la acumulación de capital humano al reducir la rotación. La permanencia de un trabajador en la empresa permite mejorar sus habilidades y conocimientos con el paso del tiempo, de modo que su productividad aumenta.

Los resultados de las teorías muestran ganancias de productividad generalizadas para las subidas del SMI, con algunas excepciones. El canal más intuitivo por el cual el salario mínimo impacta en la productividad es el de la sustitución de mano de obra por capital físico, como señala la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su análisis sobre el SMI.

Este cambio supone unos costes indudables para la sociedad, ya que provoca despidos en los sectores menos productivos, justo aquellos que se pretende proteger. El resultado es que las subidas del SMI corren el riesgo de dejar a una parte de la población sin trabajo, y dependerá de las redes de protección social de cada país para que puedan superar esta situación. En el caso español, cuando se publiquen los microdatos de la Muestra Continua de Vidas Laborales, será posible analizar el impacto concreto del SMI sobre los trabajadores beneficiados y conocer cuántos despidos generó.

Desde el punto de vista de la productividad, esta medida fomenta la inversión y elimina los trabajos de menor valor añadido. Sin embargo, los estudios más recientes apuntan a que la sustitución de mano de obra por máquinas no es tan frecuente y que, en realidad, existen otros canales por los cuales mejora la productividad sin grandes incrementos del desempleo.

Un estudio del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social (NIESR) y el Centro de Macroeconomía británicos descubrió que los incrementos en la productividad no se deben a reducciones drásticas en el empleo o a la sustitución de trabajo por capital. Al contrario, la evidencia sugiere que estas ganancias de productividad han estado asociadas a incrementos en la eficiencia de la producción. Esto es lo que en economía se conoce como productividad total de los factores (PTF). Este concepto se refiere al crecimiento económico que se debe al aumento de los factores (capital, empleo, etc.), si no que se produce por un uso más eficiente de los recursos. Y, en este sentido, las subidas del SMI, estimulan un uso mucho más eficiente de los recursos disponibles para mejorar la productividad total. Este cambio es consistente con cambios organizativos, el entrenamiento, la formación y la mayor eficiencia en la asignación de salarios ante el aumento de los costes por el SMI, según el estudio. Además, también es consistente con una disminución de la rotación de trabajadores como consecuencia del aumento salario mínimo.

En conclusión, que las empresas se adaptan a las subidas de costes salariales, mejorando su gestión y eficiencia internas. Si la demanda existe, y se mantiene, las empresas no prescindirán de los trabajadores, sino que intentarán mejorar los procesos para que las ganancias de productividad absorban el incremento del SMI.

Para comprender la variación de la productividad es imprescindible analizar cómo responde el trabajador beneficiado por la subida del SMI. Los análisis señalan dos vías principalmente.

  • Por una parte, mejora su moral por el incremento de su retribución, lo que produce mejoras en su rendimiento en el corto plazo.
  • Por otra, aumenta el temor a ser despedidos, ya que las subidas del SMI siempre generan incertidumbre sobre el empleo. El temor a perder el trabajo hace que los trabajadores, sobre todo los menos cualificados, se esfuercen en mejorar sus niveles de eficiencia.

La subida del SMI también genera importantes costes que no todas las empresas consiguen superar. Son los efectos colaterales de esta medida que, o se compensan con políticas paralelas, o provocan el cierre de empresas y despidos.

Mientras que las grandes empresas experimentan importantes saltos de productividad cuando están afectadas por el SMI, las pequeñas se quedan rezagadas. El motivo es que el músculo financiero para invertir y la capacidad de reorganización de las grandes es muy superior, mientras que las pequeñas empresas son mucho más rígidas. Las empresas más grandes pueden ser capaces de desarrollar estrategias adaptativas, mientras que las pequeñas tienden a caracterizarse por una gestión poco profesionalizada incapaz de gestionar este cambio.

Con este enfoque es fácil anticipar que las pymes españolas serán quienes sufran las consecuencias de la subida del SMI. Y por sectores de producción, también existen estas diferencias, siendo los peores resultados sectores con mano de obra menos cualificada.

En el caso especial del sector agrícola. En su caso, el principal problema es la incapacidad de trasladar el incremento de los costes laborales a los precios, ya que los productos agrícolas atraviesan una crisis estructural de precios por la competencia internacional. Su incapacidad para modificar el equilibrio del mercado hace que todo el coste del SMI tenga que ser internalizado por la empresa, lo que limita su capacidad de reacción, principalmente para invertir.

En la España vacía hay abundancia de pymes y de trabajadores en el sector agrícola, lo que supone un doble riesgo económico. Aunque todavía no existen microdatos que permitan determinar el impacto de la subida del SMI de 2019, es fácil comprender que estas regiones y sectores, pueden estar entre las perdedoras de esta medida. Sin embargo, existen políticas complementarias, que
pueden mitigar el impacto de los mayores costes laborales, destinadas específicamente para estas regiones o estos sectores.

En otro sentido, el SMI tiene otros efectos importantes en los Presupuestos Generales del Estado y para le economía nacional. Nos referimos, en particular, a dos consecuencias negativas de esta medida, como son:

  • Alteración de la estabilidad presupuestaria. No deja de ser un incremento significativo en el capítulo de gastos (estimado en más de 25 mil millones de euros). Aumento del déficit hasta el
    3,5% del PIB, y aumento consecuente de la Deuda Pública.
  • Crecimiento significativo también de la economía sumergida. Se estima que habrá una pérdida de unos 45 mil trabajadores para el mercado laboral. En concreto, el documento señala una menor afiliación a la Seguridad Social entre los jóvenes, debido a los puestos que ocupan en sectores como el comercio o la hostelería, que presentan algunos de los salarios más bajos.

Directamente relacionado con lo que comentábamos anteriormente, determinado tipo de empresas y de sectores productivos, tienen menos opciones para absorber estos incrementos de costes salariales. Estas subidas tienen efectos en la supervivencia de las empresas, que tienen dificultades para asumirlas, lo cual pone en serio peligro el empleo generado por ellas.

Este efecto tiene una doble implicación, dado que los trabajadores que salen del mercado laboral, no solo dejan de aportar en sus cotizaciones sociales, sino que empiezan a consumir vía prestaciones, lo cual aumenta el problema visto anteriormente (crecimiento del gasto, aumento del déficit y endeudamiento, etc…).

Y este impacto y consecuencias es mucho mayor en la conocida como la España vaciada, es decir, en aquellos núcleos rurales que se distancian cada vez más de las grandes ciudades a consecuencia de la despoblación.

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